En el marco del estudio de los factores asociados al desarrollo y continuo aumento de la obesidad, el síndrome metabólico es una entidad íntimamente relacionada a esta epidemia mundial que se ha convertido ya en una problemática de Salud Pública, paradójicamente al mismo tiempo que las enfermedades nutricionales carenciales.
Al ser la obesidad una enfermedad caracterizada por el aumento de la proporción de tejido adiposo, y reconociendo la incidencia que este tejido adiposo puede tener, sobre todo el de tipo visceral, sobre el incremento del riesgo de patologías como diabetes mellitus tipo 2, insulinorresistencia, hipertensión arterial, triglicéridos séricos elevados, entre otros indicadores de enfermedad metabólica; no podemos menos que considerar todos los elementos disponibles para el abordaje terapéutico integral de esta enfermedad.
Al mismo tiempo, es necesario considerar que, al ser la obesidad (específicamente la obesidad de tipo central), el principal disparador del síndrome metabólico, se deben ampliar las opciones de tratamiento, recordando que la enfermedad no es originada por un único factor y, por lo tanto, su tratamiento no puede encararse desde una sola perspectiva.
Tradicionalmente se ha intentado resolver el problema de la obesidad haciendo énfasis en la búsqueda de la dieta perfecta. Los resultados han sido más que desalentadores, por lo menos a largo plazo y, sobre todo, este tipo de tratamientos no ha sido capaz de llegar a la raíz de la enfermedad.
Encarar el tratamiento de una enfermedad como la obesidad exclusivamente desde la restricción calórica no da resultados, en primer lugar porque no se promueve la reeducación de hábitos alimentarios, lo cual lleva a recuperar el peso perdido una vez que se retoma el estilo de vida habitual; y en segundo lugar, porque significa obviar una cuestión fundamental: el balance energético es el resultado del equilibrio entre la energía consumida y la energía que se gasta.
Actualmente existen múltiples estudios que demuestran que la actividad física hace más eficiente la reducción de tejido adiposo y, consecuentemente, del riesgo de enfermedades metabólicas asociadas, que la tradicional restricción calórica propuesta por las dietas.
A continuación pondré como referencia el trabajo publicado por el Dr. Juan Álvarez Gómez en el año 2010 en la Revista Cubana de Cardiología y Cirugía Cardiovascular “El Síndrome Metabólico y el entrenamiento físico como pilar importante de su tratamiento”:
Basado en los datos obtenidos en los estudios STRRIDE (2005) y STRRIDE II (2009), este artículo habla de la importancia de la prescripción de la actividad física (aún mayor que la restricción dietética), para lograr descenso de peso y sobre todo, de grasa visceral factores asociados al desarrollo de síndrome metabólico.
En los estudios se formaron tres grupos de participantes de entre 45 y 65 años de edad, con sobrepeso, a los cuales no se les indicó restricción calórica en su ingesta, sino diferentes niveles de actividad física. El grupo al que no se asignó entrenamiento físico tuvo un aumento significativo de grasa abdominal en un período de seis meses. En los demás grupos, con moderada e intensa actividad aeróbica, se evidenció un descenso importante de peso y grasa visceral, siendo esto mayor en el grupo con entrenamiento de mayor intensidad (caminar o correr 32 km semanales).
Al mismo tiempo, estudios más recientes han demostrado resultados alentadores adicionando ejercicios de fuerza al entrenamiento aeróbico, dirigidos a grupos musculares específicos, con pesos que permitan realizar entre 15 y 20 repeticiones. Este tipo de entrenamiento ha resultado efectivo, no solo para el descenso de peso y de grasa abdominal, sino específicamente favorable para reducir la insulino resistencia, presente en la obesidad, síndrome metabólico y diabetes.
El entrenamiento aeróbico-anaeróbico combinado logra reducir de manera efectiva los factores relacionados al síndrome metabólico con los siguientes efectos:
- Reducción de TNF-α, proteína C reactiva, IL-6, fibrinógeno, PAI-1 y del factor nuclear [kappa] B, responsables del proceso inflamatorio.
- Incremento de expresión y actividad de la superóxido dismutasa y de la SON-III (sintetaza oxido nítrico III), responsable de la disfunción endotelial.
- Reducción del tono simpático e incremento del parasimpático, con la consecuente disminución de riesgo cardiovascular.
Estos efectos del entrenamiento físico que intervienen en la reducción de los estados pro- insulino resistencia, pro-hipertensivo, pro-inflamatorio, pro-trombótico y pro-aterogénico, justifican que se lo considere un pilar fundamental en el tratamiento de obesidad y complicaciones asociadas, principalmente síndrome metabólico.
En cuanto a la aplicación práctica de este tipo de conocimientos, pienso que ante todo, como profesionales de la salud, tenemos la función de educadores.
El paciente no va a realizar cambios en su estilo de vida sin fundamentos válidos, explicados a partir de datos concretos comprobados científicamente (en ocasiones esto tampoco basta para que las personas se decidan a realizar cambios, pero es el primer y más importante paso).
En cuanto a la prescripción del mejor tipo de actividad física, la frecuencia e intensidad en que debe realizarse, debe efectuarse en el marco del trabajo en equipo, con un enfoque multidisciplinario, contando con personas capacitadas en la valoración de la capacidad individual para el ejercicio programado y no programado, así como la adecuada prescripción del tipo y forma de actividad física (entrenadores con experiencia en el trabajo con obesos o individuos no habituados al entrenamiento, médicos deportólogos, especialistas en fisiología del deporte, etc.).
Por último, para evaluar el progreso del paciente en el cumplimiento de los objetivos nutricionales y de actividad física, el método de elección, más allá del monitoreo del peso, sería la medición del perímetro de la cintura, si no se cuentan con medios más específicos de medición de la adiposidad abdomino-visceral.
La medición de la circunferencia de cintura sería el indicador más sensible de los progresos logrados por el paciente en cuanto a reducción del tejido adiposo visceral, como así también de reducción de indicadores de existencia o riesgo de síndrome metabólico.